Carta a Marianita Santos Verduga

Subido a la nube

Febrero 2024

Partiste a una hora desconocida, en las manos negligentes de tus dos manipuladores de tus últimos días:
– Un chupa-sangre que ni siquiera lleva tu apellido, que te sangró más de la sangre que yo te proveía.  Que cuando había sangre te la chupaba toda, y cuando no la había te demandaba por más sangre fresca, y caíste en su disfrazada bondad, y manipulación.  Tú ya tenías ese tipo de malas costumbres de caer en engaños ingenuos.  Si tuviera que justificarlo de alguna manera, lo hiciste por tu soledad, soledad sólo presencial porque a cinco mil kilómetros de distancia estaba yo moviendo herramientas remotas, herramientas poderosas, eficientes, frecuentes, constantes, y sonantes, para darte bienestar.
– Una autollamada “salvadora”, que realmente te buscaba porque ella nunca fue útil, y peor ahora en su arrugada vejez, que necesitaba disfrazar su auto soledad pidiéndote que la “acompañes”.  Tú la llamabas “mi sargento”.  Cuando te llevaba con ella me decías que ibas “al cuartel”, ¿y por qué al cuartel se preguntarán otros? porque entre otras cosas te dejaba encerrada con candado cuando ella salía y no le era conveniente llevarte por tus dificultades para caminar, pero lo peor de todo es que no te dejaba la llave de la cerradura a ti, se la llevaba con ella, y yo te reclamaba “¿qué pasa si hay un incendio?”, y me respondías “ay mijito, ya cuando toca toca” como solía decir mi hijo, tu sobrino-nieto.  El tiempo que pasabas con ella lo describías como “estar en arresto”, y cuando encontrabas alguna excusa para ir a Guayaquil, y te escapabas justificadamente, lo llamabas “estar franco”.  La sargento que dice llamarte su “segunda madre” fue la misma que te hizo desalojar de tu departamento en Urdesa en Septiembre del 2016 porque ya le tocaba venderlo para agarrar dinero, departamento que algunos pocos sabemos fue construido con tu dinero, con un acuerdo transparente monetario y solemne con tu hermana y cuñado dueños de la propiedad.  Como dice el dicho “muerto el ahijado se acaba el compadrazgo”.  ¿Te devolvieron algo de dinero por la venta de tu departamento de Guayaquil?, sigue dudoso y sin pruebas. Tu “salvadora” te echo a la calle, para ponerlo en buena gramática, gramática que ni siquiera la tiene, recuérdale que la palabra “abrió” se escribe sin “h”. Fue reina mientras era hija, luego waitress cuando quedó huérfana, sin oficio, nunca tuvo sangre propia, mentalmente inestable, destructora, aprovechadora, paranoica, suicida fracasada, y hoy una arrimada.

¿Cuál de los dos es más víbora?  No está claro todavía.  Ambos se complementan, se solapan, y sufren de sed de sangre.

“¡Mijito me pidieron que desocupe el departamento de Guayaquil! ¡Me echaron a la calle! ¡Estoy destruida!” me comentaste en el 2016, y te dije “vaya a mi casa, me doy el lujo de mantenerla vacía y sin gente, yo la construí con mis manos, yo la pague en su totalidad, yo soy el dueño absoluto, nadie más manda ahí más que mi persona, vaya a mi casa y sea la patrona de la casa”.  Y fuiste la patrona por 6 de tus últimos 7 años de vida.

Te visitaban diariamente dos familias de pajaritos, los amarillos, y los negros, y cuando te demorabas en servirles el alpiste te picoteaban la ventana demandando atención.  Te construí un jardín, no tan grande como el de Magdalena, pero jardín al cabo.  También tuviste la constante visita de murciélagos que se metían por algún agujero del techo original, y me ayudaste a supervisar su reemplazo por un techo nuevo, y tomaste notas a mano de cada dólar gastado, nunca te pedí que me reportes porque yo ya llevaba el detalle por mi cuenta, o al menos eso creía, por algún lugar de la casa deben estar esas notas.

Pero la soledad presencial pago su precio sin importar el contacto diario y remoto.  Me bajaste progresivamente del pedestal y subiste progresivamente al chupa-sangre, y lo reconozco que me resintió, me resintió profundamente, pero yo conjugaba el verbo “hacerse el desentendido” porque no había otra opción por el momento. En nuestro último encuentro presencial, al yo bajar las escaleras y vencer el obstáculo de la pared te encontré que abrazabas al chupa-sangre (a quien yo había contratado para que repinte la casa), si era de afecto o de satisfacción por seguir sangrándome, no lo sé, en ese momento miles de cabos sueltos se ataron en mi mente, y entendí que mi batalla ya no era mía, yo no me iba a prestar para el juego del desangre, entendí que me utilizaste por seis largos años, entendí que tu palabra preferida “présteme” era para nutrir de sangre al chupa-sangre, las cuentas no cuadraban, y en ese instante hacían mucho sentido.  Yo en la escuela solía repetir un dicho “quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y también el perro”. ¡Mordiste la mano del amo que te alimentaba! Me duele reconocer que vestías doble máscara, y no solo conmigo, sino con algunos ingenuos piadosos, siendo yo y con pruebas tu mayor accionista. Toqué corneta, y decidí concentrarme en mis otros temas personales prioritarios. Este accionista tenía otras prioridades en la vida donde utilizar de manera agradecida su mente y sus fondos.

Ahora logro amarrar los cabos del por qué en el 2022 rechazaste mi idea de yo contratar a Sandra, la empleada doméstica que estudió enfermería que teníamos con Magdalena, para que te asista cinco días a la semana en mi casa como empleada doméstica y enfermera, porque Sandra me iba a reportar la cruda realidad del desangre.

Yo entendí poco más de un año atrás que por tu enfermedad degenerativa de Alzheimer ya no tenías ganas de vivir, no querías alimentarte más que una ensalada de pastillas, no querías seguir siendo una carga y una molestia, la carga no representaba para mí una carga, la molestia no representaba para mí una molestia, pero si caíste en ese círculo vicioso del chupa-sangre que se volvió insostenible, me sentí como seguir dándole droga a mi propio hijo, necesitabas rehabilitación urgente.

Saliste a hacer una diligencia a Quito, con pasaje aéreo que pagué ida y vuelta, diligencia planeada voluntariamente, numerosamente conversada, testificada, y te desconectaste.  Sin internet, sin mensajes, sin reportes, sin comentar más sobre la ejecución del plan, un silencio total, le pedí a tu sobrino-nieto que te visite, y él no pudo pasar de la entrada.  Yo sabía que tu solías guardarte para ti tus “mea culpa”, ¿pero que pasó en Quito?, ¿te echaste al abandono?, ¿te absorbió el Alzheimer?, iniciaste un proceso de autólisis.

La espera se extendió por once meses, hasta que la auto llamada “salvadora” te rescató (léase “te llevo de acuartelamiento” nuevamente), y en el arresto domiciliario no tuvo los recursos para atenderte apropiadamente (pero si nunca los tuvo, y se presumía de mártir a los cien vientos), y te paseó por hospitales gratuitos porque el dinero le es esquivo, es tacaña, torpe, paranoica, manipuladora, y debió haber partido durante sus locuras suicidas, hasta la muerte le es esquiva.  El colmo de un suicida es seguir vivo. ¡Pégate un pepo!

El chupa-sangre me mensajeó para pedirme autorización para entrar a mi casa a tomar pertenencias que le son ajenas, lo ignoré, él ya era de dudosa confianza.  Yo no esperaba mensajeros, yo esperaba tu llamada, llamada como de las tantas que me hiciste: “mijito ayúdeme”, “mijito auxílieme”, “mijito anótelo en el libro de deudores”, “mijito anote con pluma nueva porque a las otras plumas ya se les agotó la tinta”.

Como decía Pablo Hannibal Vela “todo me cuentan, todo me chamullan, todo me sapean, nada es oculto para el Rey de la Cantera”, así mismo, he leído comentarios que sólo tu “salvadora” ha visto por ti, “pobres ingenuos”, que aquellos no coman cuento, la “salvadora” nunca creó o construyó nada de valor en esta vida, solo produjo problemas, y lo peor es que no solo nunca creó nada en este planeta sino que fue destructiva de todo lo que sus progenitores crearon, fue vendiendo uno a uno los bienes, hasta quedarse con el último, y a ese último le caen todos los males.

Que la “salvadora” presente pruebas.  Que el chupa-sangre presente pruebas.  Yo tengo mis pruebas bien documentadas, pero no tengo por qué publicar mis pruebas, solo hay que quitar ese velo falso, que no hay tal “salvadora” solo una “sargento” que te dejo “encargada” con el chupa-sangre mientras atendía su cuartel.  Partiste bajo el mando de tu sargento, quien te dejo abandonada en el frente de batalla.

Tus últimas horas de vida son incongruentes, pero se conoce que no fueron junto a la sargento, ella tenía que atender su cuartel antes de llegue la hora del toque de queda. Deduzco que fue el chupa-sangre quien comenzó a manipular los mensajes de tu teléfono en la madrugada del día de tu partida, ¿habrás partido ya?, no está claro, debiste haberme llamado directamente, de cuantas similares decaídas no te saqué, y yo estando remoto, o ¿habrás estado secuestrada?, en la foto con tu sargento tu mirada es como de pidiendo auxilio, ¿te forzaron a grabar aquel video?.  En la noche del 16 el chupa-sangre anuncia tu partida.  Habían actuado con total negligencia: el chupa-sangre, y la ausente sargento quien te dejó en el frente en agonía mientras ella lejos cobardemente en la retaguardia.

No soy creyente de señales divinas, pero el día de tu partida mi otra mitad se cayó de las escaleras.  Yo sé muy bien que tu jamás me hubieras agredido, pero se bien que tu solías enviarme señales. ¿Te habrás querido comunicar conmigo en tu agonía?  Tendré que preguntártelo frente a frente.  Si estas en el cielo, allí te veo en unos años; y si no estas en el cielo, también, allí te veo, porque tampoco soy un santo, soy un terco testarudo, pero fui noble contigo.

Tu Certificado de Defunción dice “Causas del fallecimiento: No Registra”. ¿Será que te silenciaron el chupa-sangre y la sargento para seguir chupando sangre? ¿Habrá sido cruelmente planificado? ¿Te envenenaron para repartirse la sangre los chupa-sangre? ¿Hubo autopsia? ¿Hubieron testigos? ¿Hubo reporte policial? Ya que no partiste en una clínica en presencia de médicos ni de tus seres queridos, sino sola, en condición secuestral por uno y en negligente abandono por otra, en casa del chupa-sangre. ¿Un caso de femicidio? Y como lo dice Jacinto Santos Verduga en su poema “La Espera” “…oigo cómo grita el silencio…” ¡Que se investigue y se esclarezcan las circunstancias de tu partida, y que se haga justicia!

Tuvieron que pasar varias noches conflictivas y de insomnio, para recién a la décima de tu partida soñar que hicimos las paces.  Te acercaste a mí, yo viéndote de reojo, caminaste por detrás de mí, y te quedaste a mi derecha, y me conversaste como si nada hubiera pasado.  Descansa en paz Marianita Santos Verduga.

Te sigue en sus pensamientos, memorias, sueños, y noches de insomnio, tu hijo putativo,

Juan Fernando Santos Camacho

 

P.D.: Trece días después de dejarte en tu última morada uno de los chupa-sangre voló de regreso donde vive arrimada, no sin antes borrar todos los mensajes incriminatorios, como limpiando las huellas sucias del delito. ¡Inculta ingenue!  Sustrajeron el celular que te compré, del cual tengo factura de compra.  El otro chupa-sangre sigue, 19 días luego de tu partida, chupando sangre de tu cuenta bancaria que no le pertenece, chupando sangre del SRI, sangre del IESS, y de los ingenuos piadosos donantes.  Pero el látigo justiciero de mi pluma ya puso precio a sus alas.  La tierra sigue temblando con sed de justicia. ¡Duerman con un ojo abierto!