Creo en el amor.  En la ternura de un beso y en el poder de la sangre enamorada.  Creo que sólo hay amor cuando existe un renunciamiento de nosotros mismos, para entregarnos al ser amado.  Cuando esta renuncia y esta entrega halla su propia justificación en el mismo amor que nos encumbra.

Creo que debe prenderse el fuego del amor cuando estamos libres de impurezas, cuando únicamente nos anima el deseo de amar.  Creo que el amor debe ser como el viento, como el agua, como el aire: Libre, fresco y puro.  Que no deben existir represas ni cortinas que impidan el tránsito y la visión del perfecto amor.

Creo que no debe haber estaciones en el amor y que éste será único y definitivo.  Creo que el amor no es un medio ni un fin, sino la más alta expresión vital.  Creo que muchos no debieron amar, ni deshonrarlo con acciones que lastiman al verdadero amor.  Creo que el amor sólo es patrimonio de los seres que se han dignificado en este sentimiento, que es más divino que humano.

Creo que no debemos dejar de amar, porque así comprenderemos mejor a quienes la naturaleza les negó el privilegio del amor.  Creo que sólo el amor es capaz de hacernos mejores, más hermanos y dignos de la creación.  Creo que quienes han faltado al amor en su pureza, en su significación, en el alcance de sus gestos y la dimensión de sus esfuerzos no merecen más que comprensión y perdón.

Creo, finalmente, que no hay sitio, ni época, ni principios que priven al hombre seguir enarbolando su corazón en el cielo de la esperanza y la ilusión.  Creo en el amor!

1966