Es un lugar telúrico en el ancho brazo de mar de Bahía.  Con barba verde en el rostro y una paz infinita en el alma.  Un sitio para comenzar a vivir, amar la naturaleza, dialogar con los pájaros y mirar, por las noches, los peces que salen a peinar sus escamas en el espejo redondo de la luna.

Los caracoles conocen su historia y la escriben en la arena; luego viene el mar y se lleva el secreto.  Al atardecer el viento danza y el césped se estira.  Los pescadores pasan sin mirarla y ella se encierra en su encanto.

Los hombres pelearían por poseerla y dejar en su vientre la simiente maldita del odio.  Pero nadie la visita y todos ignoran que sería el lugar perfecto para construir otro mundo menos amenazado y más consciente.

La Isla del Sol nació humilde, vive sencillamente y morirá un día, cuando el mar la hunda en su misterio, con los ojos llenos de paz y dulzura.

1966