La Llaga Insomne (1967)

ROQUE, EL MUCHACHO MORENO QUE NUNCA DUERME

a Antonio Preciado

La última vez que encontré a Roque, el muchacho moreno que nunca duerme, fue hace dos meses.  En un salón y de madrugada.  Me saludó con ese impenetrable misterio que obsesiona tanto.  Es un moreno cordial, dueño -sin él saberlo- de una vida interesante hasta en el mínimo gesto de sus actos.

Nadie ha logrado penetrar en el recuerdo y conocimiento de sus primeros días; se ignora su apellido y si verdaderamente se llama Roque.  Su edad es imprecisa y se duda hasta de su salud mental.

Lo cierto es que se trata de un personaje raro.  Digno protagonista de una novela picaresca.  Parece escapado del fondo de una noche desvelada y sin estrellas, porque vive y es así.

Fácil es hallarlo en las cercanías del Yatch Club y, más seguramente, en los lugares donde se reúne la gente para honrar o deshonrar el encanto de las horas nocturnales.

La mirada de Roque es distraída.  Sus expresiones, francas.  Llama a las cosas y personas por sus formas y acciones.  De suerte que razón tendrá para llamar a ese señor que, al caminar se arquea extravagantemente hacia atrás: “Culebra parada”.  O despedir a la distinguida dama que en el Club juega al amor lo mismo que a los naipes, diciendo sencillamente: “Ti fuiste, mujer mala”.

Este Roque es admirable.  Lo recuerdo siempre porque nunca fue a la escuela, ni tuvo quien le enseñara las tablas aritméticas y suma perfectamente.  Desconoce el significado de una palabra y frecuentemente reúne centavos para comprar algún diario.  Se pierde de día y por las noches alumbra su cuerpo con sus ojos que brillan desde lejos.  Tiene el alma tranquila y sabe y guarda los secretos de ésta y de aquél.

1966